… ¿Algo que no sepás qué es, subirte a un vehículo con desconocidos, dejarte llevar donde nunca habías ido y no tener idea qué estás comiendo y bebiendo…?
Pues así pasó hace unos días,
Marco Quelca, más conocido como Sabor Clandestino, convocó a sus caseros de la
vida (público) mediante Facebook a una cena clandestina la cual llenó sus cupos
inmediatamente. Muchos de ellos no lo conocían, no sabían qué hacía y aun así
corrieron el riesgo.
Primero que nada, recibías un
mensaje por whatsapp con las indicaciones: actitud y ganas de “cascarle” a todo
porque la cena se llamaba Cascándole, que convirtiendo a nuestras palabras
sería meterle/metiéndole. Tenías que
beber y comer lo que te daban, no te hacías el fit o la que no tomaba alcohol,
le metías nomás, dejabas tus vestiduras en casa. Llegó el día esperado y todos
se vistieron de buena onda y nos encontramos en la plazuela del Centro
Empresarial de Equipetrol. Marco y Guillermo nos recibieron muy puntuales,
estaban con su traje blanco de chef y un pasamontañas, personalmente ya conocía
cómo se movían, pero la gente que no tenía idea, no verle las caras causaba
cierto misterio. Nos tomaron lista, nos dividieron en dos grupos, nos subimos
al micro y empezamos el viaje.
Pasamos por el Ventura y entrando
por la Radial 26 llegamos al galpón de Arterias Urbanas, no conocía el lugar,
bajamos y como preámbulo, nos recibieron con un exótico brebaje de vodka con
extracto de coca, legía, hojas de coca y k’oa que era el humito que se tenía
que soplar antes de tomarlo seco. Ni bien terminamos, nos trajeron un helado
riquísimo de tumbo con jarabe de huacataya y pimienta blanca, ¡no te imaginás
el sabor!
Luego pasamos a la única mesa que había, todos nos sentamos juntos, y
nos esperaba una copa con agua con gas, polvo de pasank’alla, guapurú y
manzanilla para refrescar nuestro paladar en cada cambio de plato y bebida.
Bien pensado ;)
Trajeron una canastita con 3
pócimas, la primera botellita era de agua de tomate con quirquiña (nunca antes
probado), la segunda, jarabe de alcaparras y jengibre, rico, y jarabe de hierba
buena.
Las presentaciones de cada plato
y bebida eran hermosas, todos queríamos llevarnos un recuerdito pero nos
quedamos con las ganas. Y en una fuente de barro con unas piedras adentro,
trajeron el pacú con chips de chipilo, orégano fresco, puré de ají de papa, y
caldo de coco; el coco y el chipilo le dieron ese sabor dulzón y en un caneco de
loza (plaqué le decía mi abuelo), luego, en un mini
batán, trajeron hojas de menta, limón y pimienta roja, había que machacarlo con
una piedrita y echarlo en un vasito con Gin, damasco y pino raza, toda esa
mezcla le daba un toque de mojito.
El plato que viene es fenomenal,
se llama El Raspau, que yo denominé “majadito envuelto” porque estaba envuelto
en la carne. Tenía flores, emulsión de urucú, hojas frescas, rulos de zapallo,
majadito de pato, hoja de plátano, emulsión de hierba buena y reducción de
jamón de pato. Sí, todo eso tenía este plato. Increíble. Tomamos sultana ilusionada que tenía
zanahoria y naranja deshidrata, polvo de zanahoria y sabía a mocochinchi.
Mientras disfrutábamos del trago,
proyectaron un vídeo que nos dejó pensativos y tristes porque vimos cómo el
hombre está destruyendo su hábitat natural, matando a los animales, contaminando
el aire y el agua y que nosotros podemos hacer algo. Y vino “El Turbión” en un
plato de piedra con olas de río, en el medio se veía un tarope que estaba hecho
de jiba con un delicioso caldo, la jiba estaba súper tierna, se deshacía.
Luego vino la Nieve del Oriente, un postre demás de
rico, tenía un merengue de arroz con leche, achachairú y otras delicias que
ahora sólo mi mente puede saborear. Ahí no acababa la cosa, pues nos invitaron
un chocolate con forma de locoto que tenía un concentrado de tamarindo, ácido y
dulce al mismo tiempo.
![]() |
Chocolate con apariencia de locoto relleno de tamarindo |
Aquí va el menú:
En ese último postre nos dimos cuenta que la cena clandestina había acabado… no queríamos irnos. Ya en el bus, nos repartieron La Yapa, una latita de Mentisan con jalea de eucalipto, hierba buena y menta para refrescar nuestro paladar.
Superaron las expectativas.
¡Otro otro!
Gracias a Silvana Moscoso por sus fotos.
En ese último postre nos dimos cuenta que la cena clandestina había acabado… no queríamos irnos. Ya en el bus, nos repartieron La Yapa, una latita de Mentisan con jalea de eucalipto, hierba buena y menta para refrescar nuestro paladar.
Superaron las expectativas.
¡Otro otro!
Gracias a Silvana Moscoso por sus fotos.