lunes, 10 de diciembre de 2018

¿Te animás a hacer algo clandestino?




… ¿Algo que no sepás qué es, subirte a un vehículo con desconocidos, dejarte llevar donde nunca habías ido y no tener idea qué estás comiendo y bebiendo…?
Pues así pasó hace unos días, Marco Quelca, más conocido como Sabor Clandestino, convocó a sus caseros de la vida (público) mediante Facebook a una cena clandestina la cual llenó sus cupos inmediatamente. Muchos de ellos no lo conocían, no sabían qué hacía y aun así corrieron el riesgo.
Primero que nada, recibías un mensaje por whatsapp con las indicaciones: actitud y ganas de “cascarle” a todo porque la cena se llamaba Cascándole, que convirtiendo a nuestras palabras sería meterle/metiéndole. Tenías que beber y comer lo que te daban, no te hacías el fit o la que no tomaba alcohol, le metías nomás, dejabas tus vestiduras en casa. Llegó el día esperado y todos se vistieron de buena onda y nos encontramos en la plazuela del Centro Empresarial de Equipetrol. Marco y Guillermo nos recibieron muy puntuales, estaban con su traje blanco de chef y un pasamontañas, personalmente ya conocía cómo se movían, pero la gente que no tenía idea, no verle las caras causaba cierto misterio. Nos tomaron lista, nos dividieron en dos grupos, nos subimos al micro y empezamos el viaje.
 
Marco contó la razón del pasamontañas, y me dio un poco de tristeza porque la clase baja popular en La Paz lo usa como una forma de esconderse, de esconder la vergüenza de ser, ocasionado por el complejo, baja autoestima y discriminación y es algo que debe terminarse. También nos dijo que se debería aprender educación alimentaria porque comemos muy mal y deberíamos aprovechar todos los insumos locales que tenemos ¡Basta del pollo frito! Y dio inicio al menú con una cajita de madera blanca que tenía una boca pintada, había un beso de negro, pero diferente, no estaba relleno de merengue, estaba relleno de membrillo, crema de churiki, ají gusanito, naranja agria y ulupika, ¿te imaginás el sabor? Creo que no porque nunca en la vida había probado algo así, súper raro, interesante, dulce y picante y si así era el inicio, ¡cómo sería el resto!




Pasamos por el Ventura y entrando por la Radial 26 llegamos al galpón de Arterias Urbanas, no conocía el lugar, bajamos y como preámbulo, nos recibieron con un exótico brebaje de vodka con extracto de coca, legía, hojas de coca y k’oa que era el humito que se tenía que soplar antes de tomarlo seco. Ni bien terminamos, nos trajeron un helado riquísimo de tumbo con jarabe de huacataya y pimienta blanca, ¡no te imaginás el sabor! 






Luego pasamos a la única mesa que había, todos nos sentamos juntos, y nos esperaba una copa con agua con gas, polvo de pasank’alla, guapurú y manzanilla para refrescar nuestro paladar en cada cambio de plato y bebida. Bien pensado ;)






Trajeron una canastita con 3 pócimas, la primera botellita era de agua de tomate con quirquiña (nunca antes probado), la segunda, jarabe de alcaparras y jengibre, rico, y jarabe de hierba buena. 




Las presentaciones de cada plato y bebida eran hermosas, todos queríamos llevarnos un recuerdito pero nos quedamos con las ganas. Y en una fuente de barro con unas piedras adentro, trajeron el pacú con chips de chipilo, orégano fresco, puré de ají de papa, y caldo de coco; el coco y el chipilo le dieron ese sabor dulzón y en un caneco de loza (plaqué le decía mi abuelo),  luego, en un mini batán, trajeron hojas de menta, limón y pimienta roja, había que machacarlo con una piedrita y echarlo en un vasito con Gin, damasco y pino raza, toda esa mezcla le daba un toque de mojito.






 






La consigna era acabarse todo, si para eso fuiste, ¿o no?

El plato que viene es fenomenal, se llama El Raspau, que yo denominé “majadito envuelto” porque estaba envuelto en la carne. Tenía flores, emulsión de urucú, hojas frescas, rulos de zapallo, majadito de pato, hoja de plátano, emulsión de hierba buena y reducción de jamón de pato. Sí, todo eso tenía este plato. Increíble. Tomamos sultana ilusionada que tenía zanahoria y naranja deshidrata, polvo de zanahoria y sabía a mocochinchi.










Mientras disfrutábamos del trago, proyectaron un vídeo que nos dejó pensativos y tristes porque vimos cómo el hombre está destruyendo su hábitat natural, matando a los animales, contaminando el aire y el agua y que nosotros podemos hacer algo. Y vino “El Turbión” en un plato de piedra con olas de río, en el medio se veía un tarope que estaba hecho de jiba con un delicioso caldo, la jiba estaba súper tierna, se deshacía. 





Luego vino la Nieve del Oriente, un postre demás de rico, tenía un merengue de arroz con leche, achachairú y otras delicias que ahora sólo mi mente puede saborear. Ahí no acababa la cosa, pues nos invitaron un chocolate con forma de locoto que tenía un concentrado de tamarindo, ácido y dulce al mismo tiempo.












Chocolate con apariencia de locoto relleno de tamarindo

Y antes de salir, el rockstar de la gastronomía Ricardo Cortez dio unas palabras.




 Aquí va el menú:






En ese último postre nos dimos cuenta que la cena clandestina había acabado… no queríamos irnos. Ya en el bus, nos repartieron La Yapa, una latita de Mentisan con jalea de eucalipto, hierba buena y menta para refrescar nuestro paladar.
Superaron las expectativas.
¡Otro otro!

Gracias a Silvana Moscoso por sus fotos.

 








1 comentario:

  1. Increíble!!! Jamás se me. Ocurrió que exista algo así tan innovador!! La. Próxima quiero ir....

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